Citar textos milenarios, ser moderno en las formas y pasoliniano en espíritu: tal vez haga falta todo eso para intentar abrazar alguna idea de lo trascendente, del Dios que fuere, de su ira y de su muerte. Lo anómalo de esta apuesta apasionadamente personal es el pedido al espectador para que suspenda toda coordenada racional, para que ingrese a ese espacio en el que las palabras indefectiblemente faltan o sobran. Sea cual sea el objeto de nuestra devoción, siempre se trata de las misteriosas figuras de la fe y del amor.