En la breve historia de Burkina Faso como nación independiente existió, entre fines de los 70 y mediados de los 90, una fábrica capaz de producir telas de insuperable calidad a un impensado ritmo de producción. Y así como Ícaro nunca iba a llegar al sol, la fábrica de Faso Fani tampoco debía igualar o superar la producción reservada a los países centrales, quienes no tardaron en imponer una serie de medidas dictadas desde sus conocidos organismos internacionales de crédito para asegurar su consecuente desaparición.
Faso Fani es hoy un lugar mitológico de Burkina Faso a partir del cual se construye una memoria colectiva acerca de un pasado que seguramente no volverá. Y la película de Michel Zongo no hace otra cosa que surcar entre los recuerdos de quienes vivenciaron un sueño truncado. Sin embargo aún hay cosas por reconstruir pues, a pesar de que la producción de telas es hoy sólo artesanal, el cine también podrá colaborar en la creación de nuevas posibilidades.