Algunos dicen que el poder es oscuro. Para otros, se parece a la juventud: es irreverente, siente que todo lo puede y no le teme a nada. En Las Arácnidas su retrato es estético y despiadado. Dentro de un submundo acuático, un equipo juvenil de nado sincronizado establece sus reglas ante la llegada de una nueva compañera, al compás de los efímeros liderazgos de la pubertad. Omnipotentes, impiadosos y con un final ya muy lejos de la niñez.