Los recuerdos, esa máquina de elisión, esa rayuela azarosa que se activa con un aroma, una foto, un haz de luz en el patio de la casa de siempre. Pirucha ya no está y frente a eso el cine se desnuda y se muestra tan eficaz como siempre ha sido, tan indefenso como siempre ha estado en su condición de rastreador de huellas, esas marcas que al mismo tiempo son presencia y ausencia.